Estabas allí, recostado sobre una cama, podía observar tu espalda, la recorría con mis dedos, cada centímetro de tu piel estaba siendo mío y entonces quería recorrer tu espalda a besos, te sentía tan mío que nada podía arruinar ese momento, en el espejo estaba tu reflejo y yo a tu lado, los ojos nos brillaban, lo disfruté tanto, pero el tiempo como siempre hizo de sus galas y terminó el festín de mis ojos.
Ese día, un viernes de lluvia nos encontrábamos amándonos en uno de esos hoteles que ha sido ya varias veces testigo de nuestro amor, de nuestro encuentros llenos de pasión, fui tuya de nuevo, sentí tu penetración e instantáneamente mi flujo comenzó a envolver tu pene hasta tenerlo completamente cubierto y mojado, mis brazos se aferraban a tu espalda, con cada penetración nuestra respiración aumentaba y entonces allí estábamos llegando al clímax de nuestros deseos, llegamos a ese momento donde no importa el lugar, la hora ni nadie, solo somos tu y yo muriendo por unos segundos y regresando con una sonrisa.
Te continuo observando, me encanta grabar cada centímetro de ti en mi memoria, es un éxtasis el poder tenerte así, desnudo y para mi, sentir tus piernas enlazadas a las mías, tus brazos a mi alrededor, sentirme tan tuya y en la libertad que me causa serlo, observarte mientras tus ojos permanecen cerrados e intentando descifrar tu indescifrable expresión, un placer para la vista, un deleite para mi olfato, un manjar para mi paladar... eso precisamente eres tu.
De los placeres de la vida, tu eres uno de los mejores que he podido deleitar, ¿me dejas degustarte una vez mas?
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