Recuerdo la primera vez que quise besarte y tu no lo sabías. Yo no me atrevía hacerlo pero ha pasado ya casi un año desde aquel día donde una simple frase "así no se dan los dulces" bastó para confirmarte lo mucho que te deseaba, caíste, caímos y tu carro fue testigo de ese primer beso, una mezcla de deseos reprimidos, gusto de gustar, ganas de penetrarnos mas allá que la boca con nuestras lenguas y lograste que yo volviera a ti mas de una vez, mas de dos veces porque solo tu querido has sabido poseerme con un exquisito dominio.
Hace algunos días mientras me hacías el amor en la incomodidad de tu carro y seguramente un rosario listo para rezarle a algún policía que nos encontrara vino a nuestras mentes una fantasía que seguramente ha sido el recuerdo que me mantiene mojada durante los últimos días, intentaré relatarla de la forma en la que me la imaginé en ese momento y en la que sigo recordándola ocasionalmente.
Nos encontramos en un bar de la ciudad, yo tenía un vestido negro con encaje que no dejaba mucho para la imaginación pero lo suficiente para provocarte una erección en el momento que me observaras, llegaste y te veías tan exquisito para mi gusto, una camisa con un tono naranja, un pantalón de lona en tonalidades que combinaban muy bien, entraste al lugar y tu vista estaba un poco perdida buscándome, cuando por fin estabas lo suficientemente cerca para poder observarme, te quedaste congelado en el lugar pero yo sentí como tus ojos podían quemarme y penetrar bajo mi piel, me recorriste con la vista desde los zapatos, al pasar a mis piernas pausaste la mirada y llegaste hasta el borde inferior del vestido, subiste rápidamente la vista pero te detuviste de nuevo en el escote que mostraba mis pechos listos para ser devorados por ti, yo en ese momento ya estaba húmeda, me levanté y te di un pequeño abrazo y un beso intentando que fuese seductor, me tomaste por la cintura y me abrazaste, te acercaste a mi oreja y me dijiste que no ibas a poner resistencia, yo me acerque también a tu oreja pero para dar una pequeña mordida ¡vaya mordida!.
En el lugar eramos los únicos aún era temprano, un mesero se acerco para que ordenáramos, te apresuraste a pedir una botella de vino y algo para comer, pensando en que le tomara lo suficiente de tiempo para que nos dejara solos por un tiempo, el mesero se retiró, tu mano comenzó a subir por mis piernas, tu mirada clavada en la mía, con un dedo hiciste a un lado mi tanga y comenzaste a acariciar mi clítoris mientras yo continuaba mordiendo tu oreja y tus labios se habían apoderado del escote y mis pechos, me dijiste que no teníamos mucho tiempo, me apresuré a bajarte el cierre del pantalón y sacar tu pene, inmediatamente lo metí todo dentro de mi boca, me diste tiempo para mamarlo un poco pero me levantaste del suelo y me diste la vuelta mientras mis manos descansaban sobre la mesa, te levantaste de la silla y la hiciste a un lado, levantaste mi vestido a la mitad de las nalgas, hiciste a un lado la tanga y sin pensarlo me penetraste, soltamos algunos gemidos silenciosos y el aumento de nuestra respiración hacía evidente lo que pasaba bajo la mesa, aceleraste las penetraciones, me apretabas las nalgas y con la otra mano me tomabas del pelo, no podías aguantar mas, mis piernas estaban mojadas, tus manos te turnaban entre mis nalgas y los pechos, por ultimo me tomaste fuerte de la cintura y me diste unas cuantas penetraciones más, acabaste y justo en ese momento escuchamos pasos por lo que debimos de incorporarnos de inmediato.
Cuando el mesero llegó con nuestra botella, ya había oscurecido lo suficiente por lo que no se notaba nuestro sudor, mis manos descansaban sobre tu pene a razón de ocultarlo y mi vestido estaba de nuevo en su lugar, el mesero se retiró una vez mas y el olor a vino atenuó el olor a sexo en el lugar, nuestras sonrisas y miradas nos delataban. La gente comenzó a llegar y el grupo musical comenzó su espectáculo. Fue una noche increíble y una memoria mas para mis recuerdos ¿vivimos en la realidad o en mi imaginación?.
Nuestra aventura de sexo: 20 minutos, unos cuantos besos, una espalda aruñada y yo mas enamorada. Cohelo no sabe usar el cronómetro.
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ya sé dónde podrá haber sido ;o)
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