La tarde comenzaba a caer, era uno de esos días de Septiembre en los que oscurece temprano. Él pasó por mi a las 4:30 de la tarde. Nos dirigimos a un centro comercial a comprar un helado, él de pistacho y café yo de chocolate y baileys, nos sentamos en un corredor en el segundo nivel a disfrutar de la compañía mas que del helado, observamos el cielo y los edificios que avecindaban, nos tomábamos discretamente de la mano y uno que otro abrazo surgía. Hablábamos de todo un poco, hacia unos días atrás todo estaba mal entre nosotros pero no me detendré en ese tema, ese día posiblemente nos enamoramos mas.
Terminamos el helado y recorrimos un poco el lugar, haciendo planes a futuro de los lugares que próximamente visitaríamos. Comenzaba a oscurecer por lo que decidimos ir a una de las calles del centro a esperar la noche. Llegamos a una calle donde habíamos podido estar con anterioridad, colocamos una sábana para cubrir el vidrio de adelante del carro y él, él se paso a mi asiento. Nos abrazamos unos momentos, platicamos y reímos, la oscuridad ya se hacía presente y poco a poco fueron apareciendo nuestros besos subidos de tono, sus brazos deslizándose en mi espalda hasta llegar a mi cadera. Mi pantalón estorbó, el suyo también, en unos instantes se encontraba entre mis piernas, comenzando a tomarme. Sentía su mano entre mi entrepierna, mi sexo comenzaba a palpitar, su pene entró en mi y entonces estábamos listo para iniciar una vez mas la obra de arte que es hacer el amor, ser suya. Me encontraba encadenada a su boca, esposada a su piel con cada penetración, enamorada de su sonrisa perversa, de su mirada intensa mientras me hace suya, me encontraba siendo presa de sus deseos y no me molestaba ¿por qué? porque comparto ese deseo. Terminamos muriendo cada uno en el otro, él se quedó sobre mi por unos instantes hasta que recobramos la consciencia.
La noche llegó y luego de nuestra breve parada nos dirijamos a un lugar a unas pocas calles donde beberíamos un poco y bailaríamos. Ingresamos al lugar en un segundo nivel de una edificación un poco vieja del centro, nos sentamos y pedimos algo de beber mientras comenzaba la música. Nos acercamos a un balcón donde guardo una de las mejores fotos a su lado, él es mi mejor recuerdo y mi mejor presente. Bailamos un poco en el transcurso de la noche, bebimos y la hora de partir llegó.
Camino a mi casa decidimos realizar otra parada, esta vez llevábamos unas cervezas encima y un incendio en el alma. De nuevo nuestros pantalones estorbaron, sentí su penetración fuerte, comenzó a hacerme suya. Lo deseo, lo deseo sin ropa y con ella, lo deseo deseándome y deseando que nunca acabe lo nuestro. Yo mi amor, yo te he hecho el amor mas de un millón de veces, desde el primer beso. Tienes el veneno que me mata de amor y el antídoto que cura todas mis tristezas.
No, no me gustas que te quede bien claro. Tú me encantas, eres mi pretexto para dormir y hacerte el amor en mis sueños, eres el patrimonio de mi humanidad.
La noche a su lado llegó a su fin y yo me encontraba una vez mas deseándolo en mi cama con la soledad como compañía quien ocupa su lugar cuando se va.
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